El Drama Electoral Venezolano y su Impacto en Colombia

 



La situación política y económica en Venezuela ha capturado la atención mundial en los últimos años, pero más aún tras el reciente proceso electoral del 28 de julio, cuyos resultados cuestionados dieron como ganador a Nicolás Maduro Moros para un nuevo mandato de 6 años. Esto completa 31 años de un régimen socialista en el país. Venezuela, una nación históricamente próspera y con vastas reservas petrolíferas, ahora enfrenta un estallido social producto de una crisis multifacética. Esta crisis combina problemas económicos profundos, conflictos políticos intensos y una crisis migratoria sin precedentes, exacerbada por acusaciones de fraude electoral. Previamente, Jorge Rodríguez, presidente de la Asamblea Nacional y jefe de campaña de Maduro, aseguraba que: “Esta elección presidencial signa la derrota definitiva de los agresores”, incluso antes de que el CNE se pronunciara, en contraste los seguidores de la oposición también reclamaban la victoria. María Corina Machado, líder y figura prominente de la oposición, declaró en una rueda de prensa pasada la medianoche: “Venezuela tiene un nuevo presidente electo y es Edmundo González Urrutia. ¡Ganamos! Y todo el mundo lo sabe. Quiero que sepan que esto ha sido algo tan abrumador y grande que hemos ganado en todos los sectores del país”.

La historia reciente del país ha estado marcada por un deterioro continuo bajo el liderazgo de Nicolás Maduro, sucesor de Hugo Chávez Frías. Aunque Chávez fue inicialmente popular por sus políticas de redistribución de los recursos, basadas en su promesa de dar una vida digna y oportunidades a las clases más pobres, su gestión dejó un legado de corrupción y mala administración económica que Nicolás Maduro ha perpetuado desde que asumió la presidencia hace 11 años. De manera sistemática, Venezuela ha entrado en una espiral de hiperinflación, escasez de productos básicos y una migración masiva de ciudadanos en busca de un futuro mejor fuera del país. Según fuentes oficiales, hoy hay más de 7,7 millones de personas refugiadas y migrantes de Venezuela en el mundo, más de 1,2 millones de solicitantes de asilo y más de 347.000 personas reconocidas como refugiadas (https://www.acnur.org/emergencias/situacion-de-venezuela#:~:text=M%C3%A1s%20de%207%2C7%20millones,Am%C3%A9rica%20Latina%20y%20el%20Caribe.).

Las elecciones presidenciales de 2024 se han convertido en el último acto de este drama político. Según los resultados oficiales del Consejo Nacional Electoral (CNE), Nicolás Maduro fue reelegido con el 51.95% de los votos, mientras que el principal candidato de la oposición, Edmundo González, obtuvo el 43.18%. Estos resultados han sido fuertemente cuestionados por la oposición, que publicó actas electorales de más del 81% de las mesas, mostrando una victoria contundente de González con el 67.2% de los votos frente al 30.4% de Maduro (https://www.moe.org.co/wp-content/uploads/2024/08/20240802-Pasos-y-hallazgos-resultados-Venezuela-2024.-Vff.pdf). La reacción del gobierno fue de triunfo y reafirmación de su mandato, mientras que la oposición denunció un fraude masivo, señalando la falta de transparencia y las irregularidades en los boletines del CNE, que no incluyeron desgloses por mesa o documentos de respaldo.

A pesar de la represión que ha impuesto el régimen, los líderes de la oposición han logrado organizarse y crear conciencia sobre la necesidad de un cambio democrático para Venezuela. La publicación de resultados electorales detallados y actas por parte de la oposición en 2024 es un ejemplo de cómo intentan demostrar la falta de transparencia del gobierno y legitimar sus reclamos de victoria electoral. Al hacerlo, buscan desnudar ante el mundo y los adeptos chavistas el entramado de corrupción y manipulación del gobierno de Nicolás Maduro. Esta movilización social, liderada por María Corina Machado, aunque valiente, enfrenta enormes desafíos.

La contención violenta de manifestaciones pacíficas, el encarcelamiento de opositores políticos y el control de los medios de comunicación son tácticas comunes del gobierno de Maduro para mantener el poder. Estas acciones crean temor en la ciudadanía. Sin embargo, a diferencia de procesos electorales anteriores que también han sido denunciados ante la comunidad internacional, este tiene varios elementos que lo diferencian. En primer lugar, la oposición ha logrado una documentación sin precedentes al publicar actas electorales detalladas que cubren más del 81% de las mesas escrutadas, utilizando códigos QR y firmas para autenticar los documentos. Esto representa un salto en transparencia y evidencia comparado con ciclos electorales pasados. Además, la comunidad internacional está más involucrada que nunca, enfocando su atención en la legitimidad del proceso, lo cual es un reflejo de un contexto geopolítico en evolución donde el papel de Venezuela es más crítico. A esto se suma el desgaste del régimen de Maduro, que enfrenta una presión interna y externa sin precedentes debido a la crisis económica y humanitaria, catalizando un apoyo más fuerte a la oposición. Las innovaciones tecnológicas y el uso de plataformas digitales han potenciado la capacidad de la oposición para organizarse y movilizar apoyo rápidamente, rompiendo el control tradicional del gobierno sobre los medios de comunicación. La crisis humanitaria y migratoria, más grave que nunca, ha puesto a Venezuela en el centro de la atención internacional, aumentando la urgencia de unas elecciones libres y justas. Finalmente, la resistencia ciudadana ha crecido, con un pueblo venezolano más dispuesto a desafiar al gobierno a pesar de la represión, utilizando redes sociales para expresar sus opiniones y organizarse. Unidos, alzan la voz: “NO TENEMOS MIEDO”. Estos elementos han creado un escenario donde las denuncias de fraude no solo son más visibles, sino también más creíbles y respaldadas por evidencia concreta.

La comunidad internacional ha respondido en los últimos años con sanciones económicas y presión diplomática sobre el régimen de Maduro. Las sanciones económicas y financieras, aunque controvertidas, tienen como objetivo debilitar la base de poder del gobierno y forzar una negociación política. Además, la presión internacional ha mantenido el foco en las violaciones de derechos humanos, que en números se representa en 1.652 víctimas de tortura, más de 15.700 presos políticos, más de 300 asesinatos en protestas y alrededor de 39 desapariciones forzadas (https://www.amnesty.org/es/location/americas/south-america/venezuela/). Estos hechos podrían resultar en una intervención más significativa de organismos internacionales. Sin embargo, estas medidas también han exacerbado la crisis social interna, afectando la vida diaria de los venezolanos y alimentando la narrativa del gobierno de que las sanciones son responsables de la situación económica del país.

A pesar de esto, el pueblo venezolano ha mostrado una notable resiliencia ante las adversidades y una admirable resistencia ante las necesidades. La creatividad y el ingenio para superar las dificultades diarias han sido un testimonio de su fortaleza. La solidaridad entre comunidades y la capacidad de organizarse a nivel local para enfrentar la crisis han sido fundamentales para su supervivencia. Pero la realidad es que esta resistencia está siendo llevada al límite. La hiperinflación ha erosionado el poder adquisitivo de los ciudadanos, la devaluación de la moneda ha dado espacio a transacciones en dólares sin control legal, y el elevado costo de alimentos y la escasez de medicinas ha puesto en peligro la vida de millones de personas. Lo único que les queda son las remesas que millones de venezolanos en el exterior envían para garantizar el sostenimiento de sus familias, hoy separadas a la fuerza.

El impacto de esta crisis se extiende más allá de las fronteras de Venezuela, afectando profundamente a Colombia, especialmente al departamento de La Guajira, con quien comparte aproximadamente 300 kilómetros de frontera. Esta frontera se extiende desde Castilletes, en la costa del Mar Caribe, hasta la Serranía de Perijá, donde los límites geográficos separan a Colombia de los estados venezolanos de Zulia y Táchira. Nuestra región ha sido testigo de un flujo constante de migrantes venezolanos que buscan refugio y mejores oportunidades. Maicao, en particular, ha experimentado cambios drásticos debido a la llegada masiva de migrantes. Esta situación ha puesto a prueba la infraestructura local, desde servicios de salud hasta educación y empleo. Los recursos limitados de La Guajira han sido desbordados por la demanda creciente, y las comunidades locales han tenido que adaptarse rápidamente para integrar a la población migrante.

La presencia de población venezolana en Maicao ha cambiado la dinámica social y económica de la región. Si bien algunos han encontrado oportunidades para trabajar y contribuir a la economía local, otros han enfrentado desafíos significativos, incluyendo la discriminación y la explotación laboral. Lo más preocupante es que esta persistente violación de derechos ha abierto la puerta para la ocurrencia de delitos relacionados con la trata de personas, la prostitución y la inclusión en grupos al margen de la ley con fines de narcotráfico. Sin embargo, también ha habido un notable trabajo con organizaciones locales y de cooperación internacional, las cuales trabajan juntas para proporcionar asistencia y apoyo a quienes lo necesitan. Las relaciones entre Colombia y Venezuela son complejas y están en constante evolución. La historia compartida y los lazos culturales profundos añaden una capa adicional a las interacciones entre ambos países. La situación en Venezuela no solo es una cuestión política o económica para los colombianos en La Guajira; es una realidad cotidiana que afecta todos los aspectos de la vida en la región.

Esta situación se enmarca dentro de un contexto más amplio que explica por qué para los colombianos es crucial seguir de cerca los eventos que actualmente ocurren en Venezuela y todo lo relacionado con el drama electoral que enfrenta ese país. Sus efectos son de vital importancia debido a múltiples factores que afectan directamente la estabilidad y el bienestar de la región. Para los colombianos, y me incluyo, la situación electoral en Venezuela nos interesa por múltiples razones. En primer lugar, la extensa frontera compartida de más de 2,200 kilómetros significa que cualquier inestabilidad política en Venezuela tiene un impacto inmediato y tangible en las áreas fronterizas colombianas. La migración masiva de venezolanos hacia Colombia ha ejercido una presión significativa sobre los servicios públicos, desde la salud hasta la educación, y ha alterado la dinámica social y económica en ciudades como Maicao, como se mencionó anteriormente. Además, la economía colombiana se ha visto afectada por la devaluación de la moneda venezolana y la pérdida de oportunidades comerciales que anteriormente prosperaban entre ambos países. A partir del gobierno progresista del Presidente Gustavo Petro, que tiene una identidad ideológica con el gobierno socialista del siglo XXI de Nicolás Maduro, se pudieron restablecer las relaciones diplomáticas, económicas y la apertura de la frontera, lo que, sin duda alguna, impactó de manera positiva en la economía de ambos países.

El conflicto venezolano también ha sido un catalizador para el aumento de actividades ilegales a lo largo de la frontera, como el contrabando y el fortalecimiento de grupos armados ilegales, lo que a su vez repercute en la seguridad nacional de Colombia. Más allá de los aspectos económicos y de seguridad, los lazos históricos y culturales compartidos entre Colombia y Venezuela crean un sentido de solidaridad y responsabilidad entre ambos pueblos, motivando a los colombianos a seguir de cerca los eventos en el país vecino, incluyendo la marea de emociones que suscitan los recientes eventos y denuncias de fraude electoral.

Un nuevo mandato de Nicolás Maduro en Venezuela significa la continuación del régimen autoritario y sus políticas, lo que probablemente consolidara el poder del PSUV y perpetuará la represión de la disidencia política. Económicamente, el país seguirá enfrentando estancamiento, hiperinflación y escasez de bienes, exacerbando la crisis humanitaria y forzando más migración masiva. En el ámbito internacional, Venezuela podría continuar enfrentando aislamiento diplomático mientras sigue sosteniendo su apoyo en aliados como Rusia y China. En este escenario, la oposición podría verse desmoralizada y fragmentada, mientras enfrenta el desafío de reorganizarse para movilizar al pueblo venezolano y presionar por un cambio democrático. En conjunto, estos factores profundizarán la crisis interna y afectarán a toda la región, especialmente a países vecinos como Colombia.

Por estas razones, la situación electoral en Venezuela no solo es una cuestión de política exterior, sino una preocupación directa que demanda toda la atención e interés de los colombianos, quienes reconocen que el destino de Venezuela está intrínsecamente ligado al futuro de la región y a su propio bienestar. La posición del Presidente Gustavo Petro frente a la situación en Venezuela ha sido de cautela y búsqueda de diálogo, reflejada en su llamado a un escrutinio transparente tras las elecciones de 2024. Sin embargo, la decisión de Colombia de abstenerse en la votación de la OEA sobre la resolución que pedía al Gobierno venezolano publicar resultados electorales ha generado críticas. Muchos colombianos esperaban una postura más firme y crítica hacia el régimen de Maduro, dada la cercanía y el impacto directo de la crisis venezolana en Colombia, especialmente en las regiones fronterizas. La respuesta del gobierno de Petro ha sido vista por algunos sectores como tibia y alineada con su enfoque histórico de no intervención directa, lo que ha desilusionado a aquellos que esperaban un respaldo más contundente a las demandas de la oposición venezolana.

¿Qué se viene ahora para Venezuela? La respuesta a esta pregunta es incierta, pero hay varios escenarios posibles para el futuro inmediato de la nación que parió al libertador Simón Bolívar, sobre quien se sostiene el discurso revolucionario de Chávez y el régimen socialista heredado por Nicolás Maduro, pero que hoy difiere en lo absoluto con las ideas libertarias y democráticas del primero. En primer lugar, el diálogo entre el gobierno y la oposición, facilitado por mediadores internacionales, es esencial para lograr una transición pacífica. Aunque las negociaciones pasadas han fracasado, la fuerte presión internacional y la unidad de la oposición podrían crear condiciones más favorables para el éxito de las mismas. La comunidad internacional debe coordinar sus esfuerzos para apoyar a la República de Venezuela en su transición democrática, exigiendo transparencia en el proceso electoral, reconociendo al real ganador por voluntad del voto ciudadano, exigiendo respeto por los derechos humanos, y como respuesta al cese de hostilidades de parte del régimen, levantando gradualmente las sanciones si hay avances concretos en el terreno político, así como proporcionando asistencia humanitaria para aliviar la crisis económica. Finalmente, apoyar y fortalecer a la sociedad civil es fundamental para el desarrollo democrático de Venezuela. Las organizaciones no gubernamentales, los medios de comunicación tradicionales e independientes y la ciudadanía desempeñan un papel crucial en estos momentos promoviendo la visibilización ante el mundo por medio de las redes sociales, de lo que está sucediendo minuto a minuto, para de esta manera garantizar la verdad ante el ojo público para que el juicio sea transparente y justo.

Venezuela se encuentra en una encrucijada crítica. La nación enfrenta desafíos monumentales, pero también posee un potencial significativo para el cambio y la renovación. Por algo fue bautizada por Cristóbal Colón como “Tierra de Gracia”. El camino hacia una Venezuela democrática, justa y próspera requiere el compromiso y la acción concertada de los ciudadanos, la oposición, el gobierno y la comunidad internacional. Con determinación y perseverancia, el pueblo venezolano puede superar los obstáculos actuales y construir un futuro mejor para las generaciones venideras. La historia de Venezuela no ha llegado a su última página; aún se sigue escribiendo, y cada venezolano tiene un papel vital que desempeñar en la construcción de ese futuro. Con la atención del mundo sobre ellos, es el momento de actuar con valentía y esperanza, siempre con la mirada puesta en un país donde la democracia y los derechos humanos prevalezcan. Para los colombianos en La Guajira, el destino de Venezuela está intrínsecamente ligado al nuestro, y juntos deben buscar un camino hacia la estabilidad y el progreso compartido.

 

Elaboró: Oriana Zambrano Montoya

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