Racismo en El Nogal, Minga Indígena y la lucha por la dignidad en Colombia
El racismo no es un desliz: es un diseño estructural.
Lo que ha pasado esta semana en
Colombia no es casualidad ni coincidencia. Es un espejo roto en el que el país
se está mirando sin querer verse. La expresión racista de una socia del Club El
Nogal hacia el exalcalde Daniel Quintero, al decir "¿Y esta indiamenta
qué hace aquí?", coincidió con la llegada de más de 20.000 personas de
la Minga Indígena Nacional a Bogotá. Y lo que este cruce revela no es una pelea
entre una mujer rica y un político, ni una visita indeseada a la ciudad: revela
que el racismo estructural en Colombia sigue vivo, agazapado, transversal y
feroz.
Como mujer wayuu, como guajira, como exdiputada y como consultora en asuntos indígenas, no puedo quedarme callada frente a lo que se está gestando. No porque quiera sumarme al linchamiento digital de la mujer que pronunció esa palabra cargada de desprecio, sino porque he entendido que nuestra identidad sigue siendo usada como insulto, como sinónimo de lo indeseable, como argumento de exclusión. No es ella: es el sistema que se siente amenazado cuando ve que ya no es el único que tiene derecho a decidir quién entra y quién no en los espacios de poder.
La Discriminación Estructural como Herramienta de Despojo.
La discriminación no es un acto aislado: es el brazo ejecutor de un sistema que convierte la diferencia en excusa para el despojo. Mientras el Club El Nogal reproduce el racismo como mecanismo de exclusión clasista, en La Guajira, el Estado permite que el 45% de los niños wayuu sufran desnutrición crónica ("ICBF, Informe Nutrición La Guajira, 2023”, “DANE, boletín de condiciones básicas educativas 2022"), pero aprueba licencias ambientales a mineras que consumen 17 millones de litros diarios de agua en pleno desierto. El Decreto 1953 de 2014 ordena que los sistemas indígenas de salud y educación sean financiados directamente, pero en 2023, el SISPI recibió solo 98.000 millones, frente a los 74 billones del presupuesto general de salud. Esta no es negligencia: es diseño. Como dice el Consejo Territorial de Cabildos: “Nos quieren débiles para quitarnos la tierra, pero la debilidad la tienen ellos, que necesitan armas para negociar”.
Y mientras eso pasaba en el norte bogotano, al sur de la ciudad llegaba la Minga. No llegaron a invadir. No llegaron a pedir favores. Llegaron con un pliego de nueve puntos que, si se leyera con seriedad, bastaría para desmontar todas las narrativas de odio y desinformación. El documento exige, entre otras cosas, que se reconozca legalmente a los territorios indígenas como entidades territoriales, que se financien directamente los sistemas de salud, educación y justicia propios, y que se cumpla la promesa constitucional del pluralismo jurídico y la autonomía territorial. ¿Eso es invadir? ¿Eso es ser "indiamenta"?
El problema no es que la Minga
marche. El problema es que marcha con argumentos. Con leyes. Con
jurisprudencia. Con propuestas que desbordan la retórica y que exigen al Estado
cumplir. Eso es lo que incomoda. Que el indígena deje de ser decorado
folclórico en los actos oficiales y se convierta en interlocutor con poder. Que
deje de ser objeto de ayuda y pase a ser sujeto de derecho.
Lo que la palabra "indiamenta" revela no es solo el desprecio de una clase. Revela también el miedo de perder privilegios. Y lo que la llegada de la Minga revela es que ese privilegio histórico está siendo cuestionado por vías democráticas, legales, colectivas y con propuestas técnicamente impecables.
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| Minga Indígena en Bogotá, abril de 2025. Fuente: La FM. |
La Estigmatización como Arma Mediática.
Los medios no son espectadores:
son cómplices activos. Cuando Caracol Noticias tituló “Minga Indígena
colapsa vías en Cauca” (25 de octubre, 2023), pero omitió que el 80%
de los acuerdos con ese departamento siguen incumplidos desde 2019, aplicó
el framing del “indio conflictivo” que teoriza Van Dijk.
Mientras, la misma prensa que hoy condena el “indiamenta” silenció por décadas
que, según la Contraloría, el 60% de las regalías de La Guajira se pierden en
corrupción. La estigmatización no busca informar: busca proteger un orden donde
los indígenas somos “buenos” solo cuando danzamos en festivales, pero
“peligrosos” cuando exigimos derechos. La Minga no bloquea vías: desbloquea la
verdad.
El pliego de la Minga no está compuesto por caprichos ni slogans. Está compuesto por demandas que ya deberían estar cumplidas: como el reconocimiento del SISPI (Sistema Indígena de Salud Propio e Intercultural) como política de Estado con financiación directa; como la implementación del SEIP (Sistema de Educación Indígena Propia); o como la puesta en marcha de las Entidades Territoriales Indígenas Wayuu, del Amazonas, del Vaupés y Guainía. Esto no es folclorismo. Es autonomía en acción.
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| Presidente Gustavo petro |
La Instrumentalización Política y la Trampa del “Progresismo”.
Ahora bien, es cierto que muchos
sectores indígenas apoyaron la candidatura del Presidente Gustavo Petro. Pero
también es cierto que este mismo gobierno ha sido increpado, interpelado y
movilizado en su contra por los mismos pueblos cuando ha incumplido. Quienes
nos acusan de ser "peones del petrismo" no han estado en los espacios
donde se le ha exigido al gobierno con la misma fuerza con la que se le exigió
a Duque, a Santos y a Uribe. La autonomía no se negocia: se ejerce.
Pero el escenario de la instrumentalización es este: por una parte el Presidente Gustavo Petro usa nuestras luchas como capital político para confrontar a una oposición que nos discrimina, sin embargo, reforma a la salud mantiene intacto el modelo que privilegia hospitales sobre la medicina ancestral y las formas propias de gestión y administración de los programas de salud en el territorio. La oposición, por otra parte, nos usa como artilugio contra Petro, pero calla que Uribe y Duque incumplieron 17 acuerdos con las organizaciones indígenas. Ambos bandos nos ven como moneda de cambio, nunca como interlocutores. Ejemplo claro: el Plan Nacional de Desarrollo 2023 asigna más recursos a la compra de armas que al SEIP, pese a que en La Guajira el 68% de las escuelas indígenas no tienen agua potable (DANE, 2022). La autonomía no es un eslogan: es que los wayuu decidan si el Cerrejón sigue secando sus jagüeyes o si priorizan huertas comunitarias.
No Somos Símbolos, Somos Sujetos
de Derecho.
Que no nos confundan: no
luchamos para que nos incluyan en su club de privilegios. Luchamos para que el
país entienda que nuestra existencia no es un insulto, sino un espejo. Cuando
una élite racista dice “indiamenta”, no nos degrada a nosotros: se degrada ella
misma, exponiendo su miedo a un mundo donde el poder no se mide por apellidos o
cuentas bancarias, sino por la capacidad de cuidar la vida. La Minga, con sus 9
puntos y sus 20.000 pasos, no es una “invasión”: es la Colombia profunda
llegando a cobrar una deuda histórica. Y no nos iremos hasta que la justicia,
como dicen los mayores, “no sea solo palabra de blanco, sino hecho de
tierra”.
Que quede claro: no nos metieron en esta pelea. Nos metieron desde hace siglos. Nos metieron cuando convirtieron nuestra lengua en un error. Cuando usaron nuestro color como método de clasificación social. Cuando nuestras comunidades fueron tratadas como obstáculo al desarrollo y no como protagonistas del futuro. Hoy, como guajira, como mujer wayuu, como ciudadana, digo con firmeza: no somos indiamenta. Somos pueblos con historia, con voz, con derecho y con proyecto de nación. Y no nos vamos a ir de la plaza, de la mesa, ni del país que también es nuestro.
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| No somos símbolos folclóricos: somos pueblos con voz y con memoria jurídica. Oriana Zambrano |
Este artículo hace parte de la
serie especial de Voz de La Guajira sobre racismo estructural, autonomía
indígena y democracia intercultural.
Compártelo si también crees que lo indígena no es un insulto, sino una esperanza para este país
👉Preguntas que nos siguen haciendo (y que merecen una respuesta)
1. ¿Qué es la Minga Indígena Nacional y por qué llegó a Bogotá en abril de 2025?
La Minga es una movilización ancestral de los pueblos indígenas, basada en el principio de acción colectiva, deliberación y defensa del territorio. No es una marcha aislada ni una protesta improvisada. En abril de 2025, más de 20.000 indígenas llegaron a Bogotá con un pliego de 9 exigencias jurídicas, políticas y presupuestales, orientadas a que el Estado cumpla con los derechos reconocidos en la Constitución y los tratados internacionales. Vinieron a exigir, no a pedir. Vinieron con ley, no con eslóganes.
2. ¿El movimiento indígena está financiado por Petro?
No. El movimiento indígena tiene autonomía histórica y política. Aunque en 2022 muchos sectores indígenas respaldaron la candidatura de Gustavo Petro por abrir canales de diálogo que antes no existían, eso no significa subordinación. Este mismo gobierno ha sido interpelado por los pueblos cuando ha fallado en el cumplimiento de acuerdos, y ha enfrentado movilizaciones críticas. Vincular toda expresión indígena a Petro es reducir una lucha milenaria a un cálculo electoral de corto plazo. La autonomía no se negocia: se ejerce.
3. ¿Cuáles son los 9 puntos del pliego de la Minga?
El pliego incluye propuestas como:
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Reconocimiento legal de los territorios indígenas como entidades territoriales.
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Financiación directa del SISPI (salud propia), SEIP (educación propia) y la jurisdicción indígena.
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Reglamentación del derecho a la consulta previa.
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Formalización de los sistemas de gobierno propio.
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Cumplimiento de acuerdos anteriores.
-
Garantías para la paz territorial y protección de líderes. Todos los puntos tienen soporte constitucional y normativo. No son favores: son derechos postergados.
4. ¿Por qué los pueblos indígenas no quieren ser incluidos, sino reconocidos como interlocutores?
Porque no luchamos por ser parte de un club cerrado de privilegios, sino por transformar las reglas del juego. Ser incluidos implica aceptar estructuras impuestas. Ser reconocidos como interlocutores implica ejercer soberanía, autonomía y dignidad desde nuestros propios sistemas normativos, culturales y políticos. No pedimos espacio en la mesa: venimos con nuestra propia mesa, con nuestras reglas, con nuestra historia y con nuestro derecho a decidir.
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